Querido
Marqués:
La situación de
Sicilia me decide a apartarme de la discreción que me había
impuesto frente al gobierno inglés, debido a la desconfianza que la
cuestión de Saboya había provocado desgraciadamente en contra
nuestra, en Inglaterra.
Cualquiera que
sea la diferencia de opiniones que en aquella ocasión se manifestó
entre los ministros de S.M. B. Y yo, diferencias que siento en gran
manera, me parece indudable que Inglaterra y Cerdeña tiene un mismo
y único interés respecto a Sicilia. Efectivamente, nuestro único
fin (y se lo habréis podido repetir en más de una ocasión a Lord
Palmerston y a Lord John) es devolver Italia a los italianos, fundar,
de manera duradera y real, la independencia de la Península y
liberarla de toda sujeción, tanto moral como material: Hemos cedido
Niza y Saboya porque, con razón o sin ella, creemos que estos países
no forman parte de la tierra italiana. Pero (como me apresuré a
comunicarle telegráficamente) no pensamos ceder ni una pulgada de
territorio italiano, hubiere o no ventajas en el cambio que se nos
propusiera.
Podéis, pues,
desmentir plenamente el rumor absurdo sobre la cesión de Génova o
de cualquier otra parte de Liguria a Francia. Lord Palmerston y Lord
John son demasiado perspicaces para no creer en la sinceridad de esta
declaración. Mediante el tratado del 24 de marzo hemos intentado que
Francia no pudiera tener pretexto alguno para poner obstáculos a la
continuación de nuestra política en Italia. Espero haberlo
conseguido, por lo menos en lo que se refiere a Sicilia, donde nadie
piensa en el muratismo. Pero si el entendimiento con Francia nos
cuesta tanto esfuerzo y tantos sacrificios, el entendimiento con
Inglaterra debe ser natural y casi necesario. Conozco demasiado bien
el sistema de la política inglesa actual para creer a los viejos
partidarios de la rutina, que atribuyen a Lord Palmerston veleidades
de conquista de Sicilia, o el proyecto de hacer de ella un feudo
sometido al protectorado de Inglaterra. En Sicilia, como en Italia
central, Inglaterra no puede tener más que una finalidad: dejar que
los italianos decidan su destino, impedir cualquier intervención o
influencia extranjera. Esto es precisamente lo que queremos, porque,
y lo repito, antes que nada soy italiano y para que mi país disfrute
del self-gouvernement
en el interior
y en el exterior, he emprendido la dura tarea de expulsar a Austria
de Italia, sin que sea sustituida por ninguna otra potencia …
Tendréis, pues,
buen cuidado de explicar a Lord Palmerston que en la cuestión de
Sicilia deseamos antes que nada estar en perfecto acuerdo con
Inglaterra. No hemos animado a Garibaldi a lanzarse en esta aventura,
que nos parecía temeraria… Sin embargo … no nos hemos
considerado con derecho a impedir, por la fuerza, los esfuerzos que
tratan de mejorar el destino de los sicilianos. Si Garibaldi consigue
su propósito, si la gran mayoría de sicilianos se reúne a su
entorno, lo único que pedimos para ellos es plena libertad para
decidir su destino, y que puedan utilizar la independencia que habrán
conseguido de la manera que les parezca más conveniente…
Unificación
de Italia. La política exterior de Cavour: carta del primer ministro
piamontés al marqués de D’ Azeglio, embajador en Londres (8 de
mayo de 1860)
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