BLOG DE HISTORIA 1º BACHILLERATO

Prof. Luis Pérez-Cea Soto

miércoles, 11 de enero de 2012

TEXTOS DEPRESIÓN DE 1929

Especulación Bursatil

“Muy pronto, un negocio mucho más atractivo que el teatral atrajo mi atención y la de mi país. Era un asuntillo llamado mercado de valores (…) todo lo que compraba aumentaba de valor (…) mi sueldo semanal era de unos dos mil, pero esto era calderilla en comparación con la pasta que ganaba teóricamente en Wall Street (…).
Subí a un ascensor del hotel Copley Plaza, en Boston. El ascensorista me reconoció y dijo:
- Hace un ratito han subido dos individuos, señor Marx, ¿sabe? Peces gordos, de verdad. Vestían americanas cruzadas y llevaban claveles en las solapas. Hablaban del mercado de valores y, créame, amigo, tenían aspecto de saber lo que decían. No se han figurado que yo estaba escuchándoles, pero cuando manejo el ascensor siempre tengo el oído atento. ¡No voy a pasarme toda la vida haciendo subir y bajar uno de estos cajones! El caso es que oí que uno de los individuos decía al otro: "Ponga todo el dinero que pueda obtener en United Corporation" […] Le di cinco dólares y corrí hacia la habitación de Harpo. Le informé inmediatamente acerca de esta mina de oro en potencia con que me había tropezado en el ascensor. Harpo acababa de desayunar y todavía iba en batín. -En el vestíbulo de este hotel están las oficinas de un agente de Bolsa -dijo-. Espera a que me vista y correremos a comprar estas acciones antes de que se esparza la noticia.
-Harpo -dije-, ¿estás loco? ¡Si esperamos hasta que te hayas vestido, estas acciones pueden subir diez enteros!
De modo que con mis ropas de calle y Harpo con su batín, corrimos hacia el vestíbulo, entramos en el despacho del agente y en un santiamén compramos acciones de United Corporation por valor de ciento sesenta mil dólares, con una garantía del veinticinco por ciento. Para los pocos afortunados que no se arruinaron en 1929 y que no estén familiarizados con Wall Street, permítanme explicar lo que significa esa garantía del veinticinco por ciento. Por ejemplo, si uno compraba ochenta mil dólares de acciones, sólo tenía que pagar en efectivo veinte mil. El resto se le quedaba a deber al agente. Era como robar dinero.
El mercado siguió subiendo y subiendo (…). Lo más sorprendente del mercado en 1929 era que nadie vendía una sola acción. La gente compraba sin cesar (…). El fontanero, el carnicero, el hombre del hielo, todos anhelando hacerse ricos arrojaban sus mezquinos salarios —y en muchos casos los ahorros de toda la vida— en Wall Street (…). Un buen día el mercado empezó a vacilar. Algunos de los clientes más nerviosos fueron presa del pánico y empezaron a vender (…); al principio las ventas se hacían ordenadamente, pero pronto el pánico echó a un lado el buen juicio y todos empezaron a lanzar al ruedo sus valores (…) y los agentes empezaron a vender acciones a cualquier precio (…). Luego, un día, Wall Street tiró la toalla y se derrumbó. Eso de la toalla es una frase adecuada porque para entonces todo el país estaba llorando.”
 Groucho Marx. Groucho y yo.

Hiperinflación alemana
“En aquellos tiempos las complicaciones cotidianas de la vida en a capital eran tales que se precisaban amplios conocimientos matemáticos para las cuestiones más elementales.
La prensa de cada mañana publicaba los precios del día:

Billete de tranvía...................................50.000 marcos. (...).

Coches de caballos.............................300.000 marcos.

Baños públicos....................................115.000 marcos.

Asistencia médica..................................80.000 marcos."
Adam Fergusson. Cuando muere el dinero.

Hiperinflación alemana
“Pedí la cuenta. Cuando la trajeron, estaba cuidadosamente detallada y sumaba 650. 000.000 de marcos. Muy serviciales, habían calculado al cambio especial de 31 dólares con 63.
- ¿Puedo ver esa cuenta? -preguntó Alfred, poniéndose las gafas de leer y, antes de que yo pudiera evitarlo, la tomó. Christoph se puso de pie, miró por encima del hombre de Alfrd y sacó la estilográfica (...)

¡Herr camarero¡ -gritó Alfred.

Un momento -protesté-. Esta es mi fiesta, sé que el lugar es caro...
No me prestaron atención. En un abrir y cerrar de ojos, el maître, el gerente y un cajero se habían reunido en torno a nuestra mesa.

-Herr Baron, es el procedimiento habitual aquí.

-¿Desde cuándo? ¡Esto es ultrajante¡

¡No es culpa nuestra, señor¡

¿De dónde ha sacado este tipo de cambio? Usted sabe muy bien que a las doce eran veintiséis mil millones (el dólar).

-¡Pero ahora son las dos de la madrugada, Herr Baron¡ Tenemos que defendernos...

-¿E inventa por ello un nuevo cambio? ¿El cambio nocturno del Adlon?

El cálculo da menos de veinticinco mil millones por dólar -anunció Christoph, que había estado haciendo cuentas en el reverso de un menú.

-Herr Baron, tenemos que defendernos -dijo el gerente.
¿Cómo sabremos cuál será el cambio cuando depositemos el dinero mañana por la mañana? -preguntó el cajero. Era un joven pálido, colérico, de piel enfermiza y gafas de cristales gruesos. Vestía un traje raído. Parecía cansado.

-¡Usted está cobrando en dólares, hombre¡ -dijo Christoph en tono de plaza de armas-, ¡Mañana por la mañana valdrán más¡

Por supuesto, ellos lo sabían perfectamente. Si yo hubiera tratado de pagar la cuenta en marcos -suponiendo que hubiese podido llevar al comedor más de setecientos noventa mil millones de marcos- no los hubieran aceptado. ¿Qué hacía la gente si no tenía dólares, libras, florines o francos? Algo que seguro no hacían era cenar en el Hotel Adlon.

Cuando terminaron las negociaciones, mi cuenta había sido reducida en un dólar y veintitrés centavos, lo cual difícilmente valía la pequeña escena.”
Arthur R. G. Somssen. Una princesa en Berlín.

Crisis agraria EE.UU
“Hasta durante los años de la prosperidad la situación de los campesinos se había convertido en crítica; en el período 1927-1928, por ejemplo, un 45% de las transferencias de la propiedad inmobiliaria fueron debidas a las quiebras, las ejecuciones fiscales u otras causas del mismo tipo (...) Las fuertes bajas de los precios agrícolas no representaron un aumento correspondiente de la demanda, y tampoco tuvieron como consecuencia una disminución de la producción como ocurría en la industria, sino que provocaron un incremento del cultivo, esperando compensar la pérdida sobre el precio unitario, al aumentar la cantidad de unidades producidas”.
H. Gideouse. Revista económica internacional. 1934.

El Hundimiento de la Bolsa
“Nada hacía presumir en aquella apacible mañana otoñal del jueves 24 de octubre, que pasaría a la historia como una de las fechas negras del siglo, el jueves negro de Wall Street.
La sesión bursátil se inició de forma sostenida, pero en seguida afluyeron grandes cantidades de papel y se hundieron los precios. Los angustiados especuladores arrojaron sus títulos sobre las mesas de contratación. El ticker (teletipo) se retrasó. Los agentes de bolsa exigieron garantías para los títulos a crédito y ante la imposibilidad de obtenerlos, volcaron nuevas remesas de papel sobre la bolsa, ocasionando nuevas bajadas. Y así ola tras ola, levantando una tempestad más fuerte e incontrolable.

En la calle se originaron tumultos entre especuladores y curiosos que se arremolinaban en Wall Street. La policía tomó medidas. Entre los corrillos circuló el rumor de que once especuladores arruinados se habían suicidado. A las 12'30, para controlar el follón, se ordenó desalojar las dependencias de la bolsa reservadas al público. Uno de los que salió a la calle fue Winston Churchill, que pocos meses antes había abandonado el Ministerio de Hacienda británico.

Churchill se admira del “orden y la calma sorprendentes” que, dada la gravísima situación, mantenían los especuladores que estaban allí (...) ofreciéndose unos a otros paquetes enormes de acciones a un tercio de sus antiguos precios y a la mitad e su valor actual y sin encontrar durante muchos minutos a nadie lo bastante fuerte como para recoger las fortunas que se veían obligados a ofrecer”. Churchill, que llevaba tres meses en América dando conferencias y visitando amigos, había obtenido unas ganancias de unas 5.000 libras jugando a la bolsa. Debió perderlo todo en el crack, pero jamás lo hizo público.”
David Solar. El crack. Historia Universal del siglo XX. Historia 16

Repercusiones de la Crisis en EE.UU
“Por lo tanto, la nación entró vacilante al segundo invierno de la depresión y el desempleo comenzó a volverse una forma de vida (...) Pero el frío era terrible en las viviendas sin calefacción, en las posadas que olían a sudor y desinfectantes, en los parques, en los furgones vacíos y a lo largo de los muelles. Sin dinero para el alquiler, los hombres sin trabajo y todas sus familias comenzaron a levantar barracas donde encontraban tierra desocupada. A lo largo de los terraplenes de los ferrocarriles, al lado de los incineradores de desperdicios, en los basureros de las ciudades, aparecieron poblados de cartón embreado y hojalata, cajas viejas de empaque y carrocerías de automóvil inservibles. Algunas barracas eran ordenadas y limpias: por lo menos la limpieza era gratuita; pero otras eran de una sordidez que desafiaba toda descripción, con los olores de la pobreza y de la rendición. Símbolos de la Nueva Era, esas comunidades recibieron muy pronto un nombre sardónico: se las llamó Villas Hoover, y de hecho en muchos casos solo los afortunados podían encontrar refugio en ellas. Los infortunados pasaban las noches amontonados ante las puertas, en cajas de empaque vacías o en furgones. En las filas de pan y en las cocinas populares, muchas horas de espera traían una escudilla de papilla a menudo sin leche o sin azúcar y una taza de hojalata con café. (...) Ese segundo invierno vio a los habitantes de Chicago que escarbaban con palos y con las manos los montones de basura cuando se alejaban los camiones del servicio de limpieza.“
Arthur M. Schlesinger, Jr. La crisis del orden antiguo 1919-1933.

Duración de la Crisis
“En definitiva, una cosa está clara sobre esta dramática experiencia. Hasta bien entrado el otoño de 1929 la recesión fue limitada: modesta en la actividad económica en general y ligeramente apreciada en el índice de desempleo. Hasta noviembre se pudo argüir que no había ocurrido nada del otro mundo. La economía, como dijimos, ha sufrido similares recesiones. Pero, a diferencia de esas otras ocasiones, en 1929 la recesión se prolongó insospechadamente y siempre empeorando. Este es el rasgo fundamental específico de la experiencia de 1929.”
J. K. Galbraith. El crack del 29.

Solución Keynesiana
“El ensanchamiento de las funciones del Estado, necesario para la adaptación recíproca de la propensión a consumir y de la incitación a invertir, parecería (a algunos) una horrible infracción de los principios individualistas. Este ensanchamiento nos parece lo contrario y el único medio para evitar la destrucción completa de las instituciones económicas actuales, y la condición para un feliz ejercicio de la iniciativa individual.”
J. M. Keynes. Teoría general sobre el empleo, el interés y la moneda. 1936.

Solucion Totalitarias
“¿Tú crees que el hambre es necesaria? ¿Quizá la has conocido ya? Veinte millones de alemanes tienen hambre como tú (...) Mañana, volverás a la oficina de colocación y te apuntarás. Aparte de esto, no tendrás nada más que hacer mañana (...) El número de parados ha aumentado en cuatro millones. ¿Crees tú que este número bajará si no cambian los métodos? (...). Tenemos todo lo necesario: la tierra que produce el pan, las manos que trabajan, las máquinas que podrían fabricar en abundancia todo lo que nos hace falta. ¿Por qué, entonces, estar hambrientos? (...) ¿Te parece todo esto normal? Entonces ve y vota por quienes han hecho una política que no ha cambiado en nada nuestra miseria, sino que por el contrario, la aumenta cada año. Pero si te queda tan sólo un rayo de esperanza, ¡entonces vota a los nacionalsocialistas¡ que piensan que todo esto se puede cambiar. ¿Qué dice Hitler de esta situación? ¡No dice nada¡ ¡Adolf Hitler haría algo¡ ¡No se quedaría quieto esperando que extranjero tenga ganas de chuparnos todavía más dinero¡ Lo que haría Adolf Hitler está todo preparado y a punto. Hitler solo espera el día en que tú decidas por él, para poder ayudarte.”
Propaganda nazi en las elecciones de Prusia. Abril de 1932.

Solucion New Deal
“Se habla mucho de lo que este Renacimiento aporta al asalariado, de cómo su capacidad adquisitiva mejora. Pero el Ministerio de Trabajo, ha trabajado siempre con hombres de carne y hueso. El Ministerio de Trabajo es el gran Departamento del Gobierno en el que todas las actividades concurren al bienestar humano. Bajo la presión de la opinión y de los sentimientos del pueblo americano, hemos llegado a un punto de vista tal, que nos induce a exigir que la vida industrial tenga en cuenta tanto las relaciones humanas como el hecho de las fórmulas económicas complicadas.
El carbón para el invierno, la fontanería, el interés sobre las hipotecas, la leche del bebé, el matrimonio, las aspiraciones culturales, incluso la soda y los paseos sobre el poni en el parque, deben ir por delante de las teorías abstractas generales.
Estamos particularmente preocupados por las condiciones de vida de los hombres y de las mujeres. En hacer de los miembros una parte completa del mundo civilizado, humanizar las leyes que les conciernen, éste el objetivo esencial que debe perseguir el Ministerio de Trabajo.

El Ministerio de Trabajo, que esta nación ha establecido para promover el bienestar humano, tiene la misión consciente y deliberada de consagrarse a las necesidades humanas, de comprender si puede escuchar con el oído atento lo que el pueblo necesita y lo que espera. El trabajo del ser humano no es un artículo de consumo, ni un artículo de comercio, y el mundo no es solamente capacidad adquisitiva, eficacia e investigación (...).”
Frances Perkins. People at work. 1934.

* France Perkins. Secretaria de Trabajo del presidente F.D. Roosevelt.

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